Politica Institucional

 

 

¿Qué es política institucional?

Existen básicamente dos tipos de política, o dos maneras de entender y practicar la actividad política. Hoy resulta importante recordar esta distinción. Tenemos, por un lado, la política en cuanto mera prolongación de la "economía" la política como negociación de intereses parciales y, por otro lado, la política en cuanto "iniciación" a la ética la política como construcción colectiva del bien común.

En otras palabras, se trata de la distinción entre la política como mecanismo para alcanzar el equilibrio de intereses, y la política como concertación de una acción colectiva en pos de valores y objetivos superiores, que no responden a ningún interés particular pero que, a la larga, benefician a todas las partes.

Practicar hoy esta segunda concepción de la política que era lo que los griegos, sus inventores, entendían por política resulta bastante difícil, y se antoja hasta utópica si uno constata la gran heterogeneidad e irreductibilidad de intereses y sectores que componen (y descomponen) las sociedades modernas lo que se agrava en las sociedades problemáticamente modernas como la mexicana, donde se presenta además la mixtura de formas tradicionales de ejercicio del poder y las estructuras formales e institucionales del orden jurídico moderno.

Pero si la acción política pura se encuentra cada vez más alejada de la idea griega clásica, es decir, si la "polis" (la comunidad humana) cada vez parece más imposible o irreal, en contra hay ciertos espacios que subsisten en las sociedades modernas que pueden permitir un ejercicio de la praxis comunitaria conforme al espíritu de la politeia griega.

Estos "espacios" son parciales y fragmentados, ciertamente, pero se refieren a ámbitos de la existencia social cuya ordenación y realización adecuada podría impactar positivamente sobre el espacio general y abierto de la vida pública y la actividad política.

Se trata de los "espacios institucionales", es decir, de instancias donde la actividad social humana se organiza en torno a determinadas tradiciones y estructuras normativas a fin de cumplir unas tareas y funciones precisas pero socialmente fundamentales, y sobre las cuales difícilmente existe desacuerdo en cuanto a su valor e importancia.

Ejemplos de espacios institucionales son las iglesias, las escuelas, los museos, las academias, las universidades... Son también "instituciones", aunque ciertamente más expuestas a la contingencia de los procesos sociales, todas aquellas estructuras del Estado, como el gobierno, la judicatura, las cámaras legislativas, etcétera.

Pero la característica de las que mencionamos inicialmente es que, en principio, se encuentran determinadas, definidas y legitimadas de un modo más sólido, ya que generalmente son el resultado de procesos históricos de largo alcance (en verdad, la capacidad de subsistencia en el tiempo es un rasgo típico de una "institución", junto con el de encarnar o actualizar "valores" básicos aceptados por todos).

Así pues, una institución es un establecimiento social que tiene por finalidad cumplir ciertas tareas y funciones (educar, mantener valores artísticos e intelectuales, creencias religiosas, conductas morales y principios jurídicos, entre otros) que una sociedad considera valiosas y fundamentales para su propia supervivencia y desarrollo como sociedad.

Una institución encarna "valores sociales básicos" y tiene el cometido de buscar su realización, para lo cual constituye un marco axiológico, normativo y organizativo-funcional, que es condición para esa realización.

La acción política, esto es, la coordinación y el entendimiento colectivo de los miembros de una institución, puede y tiene que realizarse en el horizonte permitido por aquel marco.

A esto es a lo que llamamos política institucional. Se trata de una acción política que admite que los valores institucionales son valores intrínsecos, es decir, que son "fines en sí mismos"; no pueden, por ende, tratarse en ningún caso como "medios" para otros fines.

Hacerlo, es decir, "utilizar" las instituciones, trae consecuencias nefastas para una sociedad en la medida que se minan estructuras, valores y orientaciones que dan sentido y verdad a la vida social y humana en general.

"Politizar" las instituciones, esto es, practicar en ellas una "pura política" y no una "política institucional" implica pervertirlas, destruirlas, lo que lleva a destruir nada más y nada menos que las bases que hacen posible la vida social y humana.

Es cierto que en las sociedades modernas ninguna institución puede estar al margen de las dinámicas sociales y políticas que atraviesan el cuerpo social en su totalidad, y que por más que se quiera mantener en su pureza la vida de una institución, siempre van a introducirse elementos o influencias del entorno.

No obstante, el primado del principio institucional sigue siendo válido.

En ningún caso se trataría de someter la política institucional a la pura política, más bien se trataría de lo contrario: toda acción puramente política (que tiene que ver con otros fines, grupos de interés, corrientes o partidos políticos) ha de estar, en una institución, fehacientemente subordinada a los principios y rasgos de la política institucional propia de esa institución.